lunes, 12 de enero de 2009

Segunda carta

Villa Elisa, donde por la ventana veo una araucaria que se cansó, 3 de abril de 1983

Sergio: Alguna vez podremos tirarnos en la arena y dejar caer el cielo sobre nosotros. Mientras tanto sigamos cargando aquellas bolsas llenas de granos de la cosecha. Pues todo será así cuando nos llegue el temido telegrama. Trabajaremos mirándonos la cara. Yo te miraré. Me mirarás. Sólo descansaremos cuando toque el silbato. Merienda ingenua, voces y frases sin sentido. Y luego, solos, el llanto desplegado, con todos los rostros en nosotros, como si no nos entendieran. Pero te pido que no les concedas el miedo. Que el telegrama llegará igual e igual dirá que Dante murió, que la Patria, que... Que el dolor no te achique, que no te quiebre, que hay que llegar a casa y pedirle a mamá que cocine huevos, como todos los días, y como todos los días, hablar de Dante, de la guita que necesitamos para irnos hasta la playa y dejar que el cielo se nos caiga encima cuando Dante llegue y nos tomemos vacaciones.

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