lunes, 12 de enero de 2009

10+7

En el galpón, 25 de mayo

Querido papá: Aquí estoy, junto a la ventana, casi recitando los viejos oficios de la rutina. Mientras que se te consume el oxígeno en aquel pueblo mío. Y, por eso, espero exorcizar tanto pasado para poder despedirte.
Yo sólo tengo treinta y pico de años y vos gastaste 90. Yo salí disparado del destino pensado, y vos te asumiste solo todo lo que se había pensado en la familia para la “patria gringa”, para fare l´América. Mis hermanos se repartieron entre la muerte, la sobrevivencia y la confianza resignada en que los hijos harán nuestros sueños, desearán por nosotros... y lo lograrán. Vos vivís-te en un mundo donde, y lo sabías mejor que nadie, nada es para siempre. Yo estoy aquí sin poder soportar el más mínimo dolor. Y vos te tomaste todas las desgracias de un trago.
Hasta es posible que pase el día de tu muerte y vos no te mueras por ser fuerte, nomás. Y yo siento que, a menudo, me apago como la luz en un atardecer de julio. Y siento que cada vez más quedan huellas. El rostro duro de seriedades y la cabeza ocupada y sin lugar para sonrisas y sorpresas. Querido papá, yo no estoy preparado para perderte. Aunque ya sé que no voy a tener tiempo para aprender nada más, salvo el gesto mínimo de cerrar los ojos cuando lo sepa y llorar.
Y vos vas a volver a la fragua del taller, con los ojos bebiéndose el fueguito, mirándome de reojo, respetándome los tiempos carasucias, las rodillas peladas, los viejos soldaditos, los desplantes a tus sueños, confiando.
Querido papá... otra vez voy a llegar tarde y sin tiempo para contarte todo esto, aunque ya sé que no hay de estos tiempos, que no son ciertos. Y que, así como yo te escribo esta carta hoy –en esta mañana brumosa de mayo en La Plata- habrá otra carta que se empieza a escribir en la cabeza de algún hijo mío.
Mirándote iluminado por aquellas luces calientes del hierro-fuego, espero que, en esa carta, haya una luz tan tibia como aquella. Chau papá.

1 comentario:

  1. Seguro que tus hijos ya empiezan a escribir esas cartas que sólo se terminan de escribir, finalmente, cuando parece que es tarde, aunque en realidad no lo sea.
    Sin ánimo de presionar, no abandones del todo blog, aunque más no sea,para retomarlo en las mañanas brumosas platenses.

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