lunes, 12 de enero de 2009

15. XV.

En el Bar La Reforma, 20 de octubre de 1993

Viejo Mario: Es posible tener que elegir a quien darle el alivio. Es posible. Que no haya más solución que el dolor. Pero, querido Mario, no debe ser eterno. Vos podés salir del acecho de los recuerdos. Allí está aquel de la mirada rota. Allá los de las manos sangrantes. Aquí está el propio Cangui. Acercándote a tu mejor hombría, al momento de la decisión. Y todos ellos viven con la misma certeza del dolor. Que ya terminó. Y no fue la morfina final la que lo dispuso. Sino el inmenso calor de tus ojos en el momento último, de las caricias de tus manos tensas, de las pocas palabras que salieron para el adiós.
Hasta es posible que uno no soporte la noche, cuando las cuatro de la mañana acechan. Pero el dolor no se saldó ni se saldará con la miseria, con el olvido, conque nos sojuzgaron. Se saldará con tus ojos diciendo que todo está bien, y la sonrisa de los compañeros sorbiéndose el grito desgarrador del acero caliente, para que vos puedas dormirte y compartir la misma paz que ellos sintieron ante tu elección.

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